Cuando uno de estos bichos –siempre desde el cariño– se cuela en nuestras vidas, no imaginamos lo que se puede llegar a sentir por ellos. Si un perro escucha la llave de la puerta, ya está detrás ella para recibirte, moviendo su rabito a mil por hora, saltando de la alegría. Un simple paseo lo convierte en una pequeña aventura: descubre un nuevo rincón que escarbar, un nuevo amigo perruno con el que jugar. La energía que rebosa, contagia. Sabe cuando estás enfadado o triste, y solo con ponerse a tu lado y buscar tu caricia, te anima. Son leales. Su mirada es suficiente para decirte aquello de la película de ‘Up!':
“Te acabo de conocer, y te quiero“.
Juanita y Leo dos hermosos ejemplos de amor
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